La filosofía masónica, un antídoto contra el sentido común. La parte individual. (*).

El sentido común es una aplanadora por la cual todos piensan lo mismo y dicen lo mismo. Ya he comentado aquí que donde todos piensan igual, entonces esto es señal de que nadie piensa realmente.

En el primer grado se podría decir que la filosofía fundamental que se estudia, es lo sustentado por Descartes en “El discurso del método”: la duda filosófica. Llegamos a la Orden Masónica  porque intuimos que existe una verdad, la cual dista mucho de lo que el común de los hombres afirma. Desde el primer día la Filosofía Moral nos enseña que quien no piensa o no examina, que el que jura en las palabra de otro y se abstiene de investigar, si lo que se le enseña o se le  ha enseñado es cierto, no es un hombre, es una máquina. Dudad amigo mío de lo que no conozcais o no comprendais por vos mismo.  

Cuando René Descartes dijo: “Cogito ergo sum”, puso en el centro de toda actividad de pensamiento al ser humano. Dudar de todo es una expresión de nuestra libertad. La libertad se ejerce pensado, es decir, requiere una conciencia crítica.  El “no”, decir que no,  es un principio fundamental de la toma de conciencia, porque el “si” es siempre la afirmación de lo que está establecido. Decir que “no”, muchas veces es afirmarse a sí mismo. 

La libertad de pensamiento es la única a la que podemos aspirar, un lugar donde podemos ser totalmente libres. Como dijo Adan Watts: “No somos libres para trazar un círculo cuadrado, para vivir sin cabeza o detener ciertas acciones reflejas. Estos no son obstáculos para la libertad, sino condiciones de la libertad”. Pero soy libre para hacer todo aquello que no sea una contradicción y para pensar de la forma en que me sea posible.

Hay gente que no piensa, que es un sujeto pensado. No emiten ideas propias, repiten las ideas de los otros. Porque hay una ideología comunicativa que incide en la vida de la sociedad. 

¿Acaso crees que tú piensas sólo aquello que tú quieres? Al reflexionar, caigo en la cuenta que no. Muchas veces doy por sentado que las cosas son como son porque: así se ha hecho siempre;  porque todos lo hacen o, debo admitirlo nunca antes había pensado en eso. 

Desde pequeños nos inculcan verdades que nunca controvertimos. Hay tres fundamentales, seguro que sus padres alguna vez les dijeron: 1) eso no se dice; 2) eso no se toca y; 3) eso no se hace. Sin saberlo, los padres programan a sus hijos, ayudan a conformar en nuestras mentes el sentido común. Hasta nos han hecho creer que es una cualidad escasa el poseerlo. A mí me lo decían de niño. 

El objetivo de la ceremonia de iniciación es elevar el nivel de conciencia, al conceder al recipiendario la luz de la verdad. Pero esa luz, en realidad es sólo un fugaz destello; no es un impacto franco y abierto que aniquile el estado de oscuridad en que se encuentra el profano. 

Pero cuando uno decide ejercer su libertad, es una situación muy compleja. Grandes satisfacciones llegan; pero igualmente grandes pesares se sentirán, porque entonces somos totalmente responsables de nosotros mismos. Una vez que la alcanzamos, no podemos renunciar a ella, ni aunque cerremos los ojos.  Perdemos la posibilidad de escondernos tras la ignorancia, la indolencia o la cobardía.  Y en ese camino estamos prácticamente solos, nadie más reciente la consecuencia de nuestros actos. Ninguno otro deberá soportar las reprimendas de la conciencia, de la nuestra; de ella es imposible escapar. 

Pensar por uno mismo es peligroso. A veces se pierde la habilidad para congeniar con nuestro círculo social. A menudo el libre pensador es censurado o perseguido por aquellos a quienes conviene fomentar el clima de ignorancia.  Un pensamiento libre, expone ideas de conciencia crítica y no todos quieren escucharlas. Hay choques de violencia verbal que terminan en generar odio. En lugar de pensar se agravia, o en el mejor de los casos, se insulta.  Las ideas alimentan la democracia, la pluralidad y el progreso. 

Eliphas Levi dijo que:  “el hombre se libera de los males de la Naturaleza sabiendo sustraerse a la fatalidad de las circunstancias, por el empleo inteligente de su libertad”. 

Esto es cierto, no podemos liberarnos de la fatalidad sin el empleo de un pensamiento propio, porque el pensamiento es el principio de la libertad, la libertad se ejerce para pensar y poner en duda todo, absolutamente todo.

Fraternalmente.

Luis

M∴M∴

Resp∴ Log∴ Simb∴ Antonio Canales Olivares Número 64.

*Lo expuesto en este trabajo se acopió de los textos originales de la Liturgia del primer grado, de las reflexiones del Filósofo argentino José Pablo Feinmann en su programa de televisión “Filosofía aquí y ahora”, así como del libro La Sabiduría de la inseguridad de Adán Watts.

La filosofía masónica, un antídoto contra el sentido común. La parte social(1).

La historia se mueve por intereses económicos y de poder. Siguiendo la idea del Marxismo nos damos cuenta que “toda la historia de las sociedades humanas hasta nuestros días es una historia de lucha de clases”. Sin embargo en medio de esa guerra cuerpo a cuerpo, armada, nuclear, fría, comercial o tecnológica, está el hombre en lo individual, quien en nuestros días lucha por sobrevivir. No le queda tiempo ni energía para más.

En el mundo de hoy no hay distancias. Hemos visto que el poder económico secuestra la soberanía social. Estamos en manos de una especie de cleptocracia, donde incluso la clase política se comporta como caballo y torre de ese reinado de poder donde prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos. No se me tilde de socialista ni comunista, menos de anarquista porque no lo soy; creo firmemente y propugno por la libertad de trabajo y el libre cambio, así como el respeto a la propiedad privada que se obtiene por medio del trabajo honrado.

Sin embargo, mi intuición me dice que en esta sociedad del “se dice”, existen factores de poder que esclavizan a la humanidad. Pesa sobre nosotros una ideología comunicativa que se basa en lo que los medios difunden, que es la ideología del occidente capitalista, una ideología económica.

Aquí el poder mediático es poderoso, se come el mercado de la información y a su vez se come la conciencia de cada uno. Cualquier actividad que pone en disputa el pensamiento autónomo de los sujetos y el pensamiento del poder, es censurada abierta o veladamente. Cuando se impone el sentido común, entonces triunfa el pensamiento de poder.

La sociedad de hoy se caracteriza por nubarrones de pasión resentida y el odio de muchos. Hay un manejo mediático que fomenta el odio. Pocas ideas y muchas ofensas. No obstante, cuando se siembra discordia, hay divergencia; pero el poder mediático se equivoca porque su fin es concentrar el pensamiento.

Lo que piensa la mayoría es lo que el poder comunicacional quiere que se piense. Se ataca a todo aquel que construye un poder alternativo. Para dominar a la sociedad hay que lograr que aquellos piensen lo que nosotros queremos que piensen, ese es un premisa fundamental del poder comunicacional; no lo sugerimos, en absoluto; sólo lo advertimos.

El arma más poderosa y despiadada de este poder es la generación de paranoia. Estos desalmados siguen varios de los principios de la propaganda atribuidos a Joseph Goebbels, Ministro de Educación Popular y Propaganda, de Adolfo Hitler, particularmente:

1) Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

2) Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

3) Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

El poder comunícacional se devora a todo los otros elementos de emisión comunícacional, de forma que solamente llega al ciudadano un único mensaje. Hoy en día la monopolización del mercado, es la monopolización de la verdad. Lo único que recibe la población es una idea que se forma como si fuera verdad, ahí se genera el sentido común de la sociedad.

¿Cómo liberarse? Yo aún no puedo responder esta pregunta y creo que nadie aquí lo hará. Lo único que he logrado es entender que no debo divulgar aquello que no me conste que es la verdad. Debemos desarrollar el sentido más importante que tenemos, la facultad de “DISCERNIR” para poder apreciar la realidad en su exacta dimensión.

Fraternalmente.

Luis.

M∴M∴

R∴L∴S∴ Antonio Canales Olivares Número 64.

(1). Lo expuesto en este trabajo se acopió de los textos originales de la Liturgia del primer grado, las reflexiones del Filósofo argentino José Pablo Feinmann en su programa de televisión “Filosofía aquí y ahora”.