El discernimiento y el grado de Maestro.

Que los hermanos logren transformarse de seres humanos ávidos de alcanzar la verdad y la virtud o en otras palabras convertirse “en más que hombres” es uno de los fines de la Maestría. El poseedor del tercer grado consigue el dominio completo de todos los componentes de su ser. El dominio de los instintos es tarea especial y más particular de los adeptos de este grado.

Solamente cuando se llega a dominar los instintos y se acaba con los vicios, podemos considerar que existe una verdadera regeneración individual de toda la naturaleza humana del iniciado. 

En este grado se considera que se alcanza por completo la verdadera muerte iniciática. Ésa muerte solamente es consecuencia de una recta, justa y perfecta filosofía y; de un real conocimiento de la verdad. Yo diría que solamente a través de la filosofía, es decir, a través del amor a la verdad, se muere por completo para los errores y  cualquier forma de ilusión. 

Sin embargo, la verdad se alcanza solamente cuando se tiene un deseo tan vivo y violento de conocerla; se requiere entrar en una lucha tan enérgica, como si vuestra vida dependiera de alcanzarla. Pero ese deseo ferviente por alcanzar la verdad, la luz y la instrucción, solamente se logra, si estamos dispuestos a compartirla a los demás sin limitación alguna.

Los Maestros no podemos olvidar que nunca podrá el hombre morir para el error y la ilusión, hasta que no haya aprendido a discernir entre esta y la realidad.

La cualidad del discernimiento es consecuencia de la madurez de la conciencia individual, sobre la cual cesan gradualmente de tener poder las cosas y circunstancias exteriores que constituyen el dominio de la ilusión y de la apariencia. 

El discernimiento se adquiere con el estudio, la reflexión y la meditación, con la observación y la experiencia rectamente entendidas e interpretadas con el más alto y profundo deseo de conocer la verdad y la realidad final y fundamental que en los objetos de la misma se encierran. 

También se adquiere por medio de la práctica de la virtud, aprendiendo a preferir y anteponer los motivos más nobles y elevados de las acciones; a los motivos más bajos, innobles y egoístas. Eligiendo conscientemente entre un motivo y otro, entre una y otra determinación. Con esta elección, manifestamos un primer grado de discernimiento individual, lo usamos y expresamos, de tal manera que ese es el talento más precioso y soberano entre todos, ya que es el único que puede hacer efectiva nuestra soberanía personal, en otras palabras así se alcanza una verdadera libertad. 

Por esta razón la Masonería nos enseña fundamentalmente a pensar por nosotros mismos y hacer el bien por el bien. 

No puede haber verdadera elección sin discernimiento ya que nuestra libertad es una facultad o potencialidad latente; pero tampoco puede haber verdadero discernimiento sin elección. Esotéricamente estas dos facultades se representan por las dos columnas. La columna B es emblemática  del discernimiento individual y nuestra facultad de pensar por nosotros mismos, llevando en nuestras propias manos las riendas que guían el carro de nuestros pensamientos en el dominio pasivo de la Fatalidad. La columna J es la que indica de la misma manera la perfecta y justa elección hecha con la espada del recto juicio y discernimiento, representada por el octavo arcano, es decir de la justicia.

La verdadera maestría consiste en que aprendiendo a pensar por nosotros mismos, elegir de libremente entre el bien y el mal es dominarse a sí mismo para convertirse en un Ciudadano, soberano en el Estado. 

FRATERNALMENTE.

Luis.

LA CARIDAD Y BENEFICENCIA.

Estas líneas comenzaron siendo un esbozo para un trabajo de albañilería, tenían por finalidad presentarse ante las columnas de aprendices y compañeros; pero sí, con su exposición en la cámara del medio pretende calar más duro y más hondo. Porque a veces los poseedores del tercer grado pierden, poco a poco, el candor del neófito en Masonería. Como quiera que sea, ojalá los aquí presentes hagamos uso del título del grado y nos comportemos, como el que más, logrando impactar en las cámaras inferiores de nuestra logia, pues el ejemplo arrastra.

Para el Maestro Masón, no deben resultar desconocidas ni las virtudes cardinales: la fe, la esperanza y la caridad; ni las tres causas de todo mal para el hombre: la ignorancia, la hipocresía y ambición. No confundamos la beneficencia con la caridad; pero si en la primera  somos mezquinos ¿cómo asegurarnos de que no somos egoístas? ¿Qué relación tienen estos conceptos entre sí, con la cantidad de monedas que arroja el saco de beneficencia en cada tenida?

Mucho. En principio diremos que desde el primer grado aprendemos que la virtud es el esfuerzo que domina las pasiones y; aun que virtud sólo hay una, según a donde se dirija esa energía moderadora, encontramos algunos tipos de conductas que podríamos considerarlas virtuosas. 

La caridad es una virtud teologal cuyo significado se puede reducir a una mínima expresión. Es equivalente al amor incondicional a los semejantes. Ella no es un sueño, es más fuerte que todas las pasiones y siempre triunfa sobre el sufrimiento y la muerte.

Para alcanzar la inmortalidad, es necesario entender que el servicio es la Ley Suprema de la Evolución Individual, y nunca puede uno llegar a ser verdadero Maestro, hasta que no haya comprendido lo que esto significa. El Servicio del Maestro, ha de distinguirse por la cualidad fundamental del Amor que caracteriza este grado, en esta jerarquía no se debe buscar un salario exterior o interior -como en los precedentes grados,- por constituir éste una identidad con aquél, es decir el mismo Servicio y el Amor que en el se expresa, ha de ser el salario del Maestro. 

Lo que digo es cierto, no existe ningún benefactor de la humanidad, que no haya logrado vencer a la muerte. Sin embargo, la trascendencia sólo se logra si se apoya en un anhelo puro de ayudar al prójimo. Si una acción buena es motivada por el egoísmo, estamos en presencia de la hipocresía, que no es más que el homenaje que el vicio y el mal rinden a la virtud y a la justicia. 

Cuando nosotros damos lo que nos sobra, más que compartir, parece que estamos dando limosna y eso no es un acto de caridad. Esta tiene muchas notas distintivas y muy profundas: es paciente, sufre todas las persecuciones sin llegar jamás a perseguir a nadie; es amable y amorosa; atrae hacia sí al pequeño y no rechaza al grande. Ella no es celosa; no es revoltosa ni intrigante. carece de orgullo. No tiene ambición, ni egoísmo, ni cólera. No supone nunca el mal ni triunfa jamás por la injusticia. La caridad todo lo sostiene y nunca impone un peso que no hubiera soportado antes. Ella es humilde y dulce. No inspira sino la devoción y el sacrificio. 

Cuando nos cuesta trabajo ayudar a los demás, dar y brindarles un servicio, esto muestra que aún no comprendemos la idea fundamental que liga la creencia sobre la divinidad, según se estudia en la filosofía moral. Nuestra ignorancia aun es bastante para continuar con apegos no solamente materiales, que nos hacen creer en necesidades, las cuales una vez satisfechas, no dan valor a nuestra vida.

No obstante, nadie puede dar lo que no tiene y el servicio al que está llamado el Maestro Masón, no es nada más de efectos materiales, pues no sólo de pan vive el hombre, por lo cual debemos en todo tiempo  ayudar a solventar las necesidades morales e intelectuales de nuestro prójimo.   

Es cuanto.

FRATERNALMENTE

Luis

M∴M∴

Resp∴ Log∴ Simb∴ Antonio Canales Olivares Número 64.