En la vida todo se expresa en sonidos; en la logia , además del fondo musical, se presentan los sonidos de las palabras, los timbres de voz y la respiración.
La respiración es una cuestión vital, constante y casi imperceptible.
La Palabra es la más Armónica; la de los timbres de voz la sonoridad se normaliza dentro de los rituales.
El Sonido que surge de la palabra caracteriza a cada masón, que se expresa con mayor o menor intensidad, pero que produce sonidos adecuados a sus personalidades; la palabra es fácilmente identificable.
Los armoniosos sonidos de un discurso, producidos técnica y animadamente, llegan a la meta y son captados con interés y amor.
Por eso, cuando hablamos, dentro o fuera de la Logia, imprimimos dulzura, firmeza y, sobre todo, armonía.
El sonido llega al objetivo y, debido a un fenómeno físico, tiene un retorno y un retorno a quien lo produjo; retroalimentado por el bienestar, la satisfacción y el positivismo.
No desperdiciemos nuestras palabras; hay que decirlos con buena intención, porque si son duros, su regreso también será muy duro.
La palabra es un don divino; no hablemos en vano, egoísta y vanamente, sea nuestro sí, sí; nuestro no, no.
Breviario Masónico / Rizzardo da Camino, – 6. Ed. – São Paulo. Madrás, 2014, pág. 363.