Estas líneas comenzaron siendo un esbozo para un trabajo de albañilería, tenían por finalidad presentarse ante las columnas de aprendices y compañeros; pero sí, con su exposición en la cámara del medio pretende calar más duro y más hondo. Porque a veces los poseedores del tercer grado pierden, poco a poco, el candor del neófito en Masonería. Como quiera que sea, ojalá los aquí presentes hagamos uso del título del grado y nos comportemos, como el que más, logrando impactar en las cámaras inferiores de nuestra logia, pues el ejemplo arrastra.
Para el Maestro Masón, no deben resultar desconocidas ni las virtudes cardinales: la fe, la esperanza y la caridad; ni las tres causas de todo mal para el hombre: la ignorancia, la hipocresía y ambición. No confundamos la beneficencia con la caridad; pero si en la primera somos mezquinos ¿cómo asegurarnos de que no somos egoístas? ¿Qué relación tienen estos conceptos entre sí, con la cantidad de monedas que arroja el saco de beneficencia en cada tenida?
Mucho. En principio diremos que desde el primer grado aprendemos que la virtud es el esfuerzo que domina las pasiones y; aun que virtud sólo hay una, según a donde se dirija esa energía moderadora, encontramos algunos tipos de conductas que podríamos considerarlas virtuosas.
La caridad es una virtud teologal cuyo significado se puede reducir a una mínima expresión. Es equivalente al amor incondicional a los semejantes. Ella no es un sueño, es más fuerte que todas las pasiones y siempre triunfa sobre el sufrimiento y la muerte.
Para alcanzar la inmortalidad, es necesario entender que el servicio es la Ley Suprema de la Evolución Individual, y nunca puede uno llegar a ser verdadero Maestro, hasta que no haya comprendido lo que esto significa. El Servicio del Maestro, ha de distinguirse por la cualidad fundamental del Amor que caracteriza este grado, en esta jerarquía no se debe buscar un salario exterior o interior -como en los precedentes grados,- por constituir éste una identidad con aquél, es decir el mismo Servicio y el Amor que en el se expresa, ha de ser el salario del Maestro.
Lo que digo es cierto, no existe ningún benefactor de la humanidad, que no haya logrado vencer a la muerte. Sin embargo, la trascendencia sólo se logra si se apoya en un anhelo puro de ayudar al prójimo. Si una acción buena es motivada por el egoísmo, estamos en presencia de la hipocresía, que no es más que el homenaje que el vicio y el mal rinden a la virtud y a la justicia.
Cuando nosotros damos lo que nos sobra, más que compartir, parece que estamos dando limosna y eso no es un acto de caridad. Esta tiene muchas notas distintivas y muy profundas: es paciente, sufre todas las persecuciones sin llegar jamás a perseguir a nadie; es amable y amorosa; atrae hacia sí al pequeño y no rechaza al grande. Ella no es celosa; no es revoltosa ni intrigante. carece de orgullo. No tiene ambición, ni egoísmo, ni cólera. No supone nunca el mal ni triunfa jamás por la injusticia. La caridad todo lo sostiene y nunca impone un peso que no hubiera soportado antes. Ella es humilde y dulce. No inspira sino la devoción y el sacrificio.
Cuando nos cuesta trabajo ayudar a los demás, dar y brindarles un servicio, esto muestra que aún no comprendemos la idea fundamental que liga la creencia sobre la divinidad, según se estudia en la filosofía moral. Nuestra ignorancia aun es bastante para continuar con apegos no solamente materiales, que nos hacen creer en necesidades, las cuales una vez satisfechas, no dan valor a nuestra vida.
No obstante, nadie puede dar lo que no tiene y el servicio al que está llamado el Maestro Masón, no es nada más de efectos materiales, pues no sólo de pan vive el hombre, por lo cual debemos en todo tiempo ayudar a solventar las necesidades morales e intelectuales de nuestro prójimo.
Es cuanto.
FRATERNALMENTE
Luis
M∴M∴
Resp∴ Log∴ Simb∴ Antonio Canales Olivares Número 64.