¡ALARMA! ¡ALARMA! A las puertas del templo llaman profanamente.
¿Y Quien osa interrumpir nuestros trabajos?
Soy yo, el hermano terrible que conduce a un caballero sin tacha, triunfador sobre hidras y dragones, el mas alto de la andante caballería.
¿Y con que derecho pretende que le demos entrada?
Con el de haber nacido en el reino de la quimera, de un titan de brazos de mármol y alma de oro, con el de ser amo y señor del Ensueño, ser invencible y alguna vez, vencedor en singular combate de los gigantes y del caballero de los espejos. Con el de haber hecho huir a turbas de fantasmas y con el de ser esclavo y servidor de Doña Dulcinea.
Siendo así, que pase.
¿Cómo os llamáis?
Alonso Quijano, llamado el bueno.
Retiraos, ¡no sois el que esperábamos ¡
Retiradme la venda y dadme mi invencible espada y os enseñare la forma de tratar a un caballero.
Perdonad, vuestro valor es tanto, que solo existe un hombre en el mundo que pueda igualarlo y hablar con tanta arrogancia.
Quien ¿Además de mí?
Don Quijote de la Mancha, el hombre cuyo lugar estas ocupando en estos momentos.
El mismo que viste y calza, o que medio viste y que medio calza, ¡Soy Don Quijote!
¿Sois en verdad el que decís?
Probad mi valor y os convenceréis.
Nos basta vuestra palabra, continuemos.
¿De dónde venís?
Del olimpo, en busca de una Diosa.
¿Quién es esa Diosa?
La Verdad, fuerte, inmortal y bella, personificada en este mundo por mi señora y dueña, doña dulcinea, ante cuya majestad hinco reverente la rodilla.
Deteneoos!… no debéis inclinaros sino ante el Dios Creador de todas las cosas, ante el señor de la vida y de la muerte y al que nosotros llamamos el Gran Arquitecto del Universo.
Quien me ha creado a mi y a vosotros, el que me dio todo lo que soy y lo que valgo merece mi homenaje, así como lo mereció siempre la dueña de mi vida y de mi muerte, mi dulcinea.
Bien, ya que sois su caballero, decidnos ¿Qué es la Verdad?
La verdad, única, indivisible, inmarcesible, majestuosa y firme, inconmovible y eterna es el amor.
Decidnos, ¿Qué es la Belleza?
Belleza es todo lo que fulge, lo que alumbra, lo que crea, lo que permanece, lo que se admira, lo que no se juzga, sino que se siente. La belleza como la verdad, es única y eterna.
¿Creéis en la igualdad?
No, la igualdad es imposible. Los dedos de la mano aun siendo de la misma naturaleza y del mismo tronco, no son iguales. Un hombre no es igual a otro hombre, aun naciendo del mismo vientre.
¿Que pensáis de la fraternidad?
Que también es un mito, pues, si no podemos ser iguales, tampoco podemos ser hermanos y debemos admitir que no podemos sustraernos a esa ley inmutable.
Y ¿La libertad existe?
No hay mas que una, la de echar a andar por el bosque o el camino, encerrarse en la torre de marfil de la propia libertad y acatar lo hecho y mandado por los hombres, el rey, los impuestos, las leyes, la escuela, la religión, que no son sino algunas fronteras de lo que llamamos libertad. Esta no existirá jamás, ni siquiera si alguna vez los hombres fuésemos iguales y fuésemos hermanos.
¿Que le debéis a Dios?
A Dios le debo una vida que no le pedí nunca, pero como se la devolveré algún día, me siento libre de tal deuda.
¿Que debéis a vuestros semejantes?
Al barbero por sus servicios debo tres ochavos, a mi fiel escudero sancho, le debo claridad de pensamiento, enseñanza del pueblo que sufre y espera, la frase que no deja dudas, lealtad de perro en corazón de hombre, mucho le debo a ambos pagare con la misma moneda de aire y luz, así pues, declaro que en verdad nada debo a mis semejantes.
Y a vos, ¿Qué os debéis?
Me debo la gloria y la inmortalidad. De pronto el Hermano terror se acerca y colocándole la punta de una espada sobre el pecho de don Quijote le pregunta:
¿Qué sentís?
Apenas y se siente un leve punzón sobre mi ardiente y noble corazón.
¡Es una Espada ¡
¿Una Espada? Mal habla de quien tan débilmente la empuña.
Que dios os guarde de que penetre en vuestro pecho, es el castigo que se daba y aun se da a quienes cometen perjurio y faltan al honor de nuestros elevados principios.
¿Pues a donde vais?
Ya os lo dije, a la gloria
¿Y que es la Gloria?
Encontrar a la verdad, a la virtud, a la belleza, a la fuerza y al candor, personificadas por mi señora Dulcinea.
¿Qué es justicia?
Una vara que se dobla, vara imantada por el poder y que se inclina en favor de quien lo ejerce. Los hombres con la bolsa llena de dinero no son hombres frente a la justicia, sino mercaderes que la compran. La justicia humana es una balanza manejada por una diosa ciega y proxeneta, pero que no es sorda, pues conoce el ruido y el peso del oro.
¿Queréis jurar y cumplir y acatar nuestras leyes?
No, porque nadie debe jurar sin saber lo que jura, los juramentos se hicieron para los humildes de corazón, para los débiles, para los que al sentir que su voluntad flaquea tienen que asirse a una tabla de salvación por medio de un juramento.
¿Creéis en dios?
No, siento su influencia. Dios es la vida y es la muerte, es la fuente suprema y única de las cosas, porque ambos estados son los limites de nuestro transito en el mundo. Entre la nacencia y la muerte se encierra todo lo que habremos de ser, de sentir, de pensar, sufrir o de gozar. Dios es la causa y el efecto y esta en todas las cosas. Dios lo es todo y si dios está aquí está en la espada que no se hundió en mi cuerpo, en este lazo que no ata, en mi pie descalzo, en mi pecho y en vuestros pechos, esta en y con nosotros, y si dios esta en mi tengo algo de dios y si tengo algo de dios soy indigno de tamaña ofrenda.
Por último, decidnos ¿Creéis en la fuerza Creadora?
No, fuerza creadora o superior es la que hace a los hombres grandes, la que hace mártires y santos, guerreros invencibles y sabios sin sueño ni descanso, médicos que curan la lepra.
¿Creéis en la humanidad?
¿No, porque habría de creer en una fuerza humana? ¿Por qué creer en algo mortal, terreno, bastardo y sucio, obediente de la carne?
Cumple a mi deber informaros que después de haber escuchado vuestra incoherente forma de pensar, no podemos aceptaros en la Augusta institución que os habla por mi conducto.
Ya lo sabia y lo siento por vosotros, perdéis conmigo la quimera la sana locura de los soñadores, la realidad tangible de los prácticos, perdéis al rechazarme, la única oportunidad que se os deparaba para ser inmortales, perdéis la única razón que deberíais tener para afirmar que vuestras doctrinas son indestructibles, inatacables, justas y fraternales. Vosotros perdéis mas que yo, os lo aseguro.
¡Arrojadlo de aquí! Rugió con ira el venerable maestro, sacadlo de aquí para que no nos contamine.
He aquí, hermanos míos por que no fue iniciado en masonería Don Quijote de la Mancha, don Alonso Quijano llamado el Bueno.
*Tomado de: REVISTA ULTRA, Cuarta epoca, numero 2
Mayo del 2007
Por: Fernando Andrade Warner
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