La viciosa curiosidad

Tomo la palabra esta noche, para compartir con ustedes una serie de reflexiones que emanan, luego de leer fragmentos de un libro que en apariencia y según la opinión de su autor, levanta el velo que existe sobre la Masonería y descubre los abominables misterios que encierra nuestra Orden y al mismo tiempo se precia de destruir, los sofismas sobre los cuales se apoya la Filosofía Moral que se estudia en las Logias. 

Pero antes debo decir que ningún texto, ni la opinión de cualquier escritor debe ser interpretada de forma superficial. De acuerdo a la estructura argumentativa y la perspectiva con que se acomoden las premisas empleadas en determinado razonamiento, la conclusión a la cual se llegue puede variar. Del mismo modo, es complicado poder asegurar que el mensaje que alguien comparte a través de la palabra hablada, llega exactamente al receptor, tal como el autor lo pretendía. No se me juzgue como agnóstico del lenguaje; pero cuando de ideas se trata, nadie puede ni debe jurar en las palabras de otro, si es que verdaderamente quiere hacer honor a su razón. 

Cada uno de nosotros solemnemente declaró en su momento, que bajo su palabra de honor cumpliría las obligaciones de un buen masón e incluso hizo patente su promesa de que no era la curiosidad la que le conducía a las puertas de nuestro templo. Analicemos entonces la curiosidad, esta palabra viene del latin “curiositas” y significa “deseo de saber”. Ella nos hace querer ir en busca de la verdad. No obstante, para nosotros ese deseo de conocimiento debe fundarse en el amor al progreso, el progreso del género humano y el propio. 

La Filosofía Moral es un camino para alcanzar la verdad y llegar a un estado mental y físico de liberación. No es el único camino que existe; sería demasiado presuntuoso que la institución masónica se arrogue para sí, el título de ser “la única institución, filosofía y modo de vida”,  capaz de alcanzar dicha meta. Nuestra filosofía estudia a la divinidad sin ser propiamente una religión. La naturaleza filosófica de la Orden Masónica, es un tema profundo que debemos abordar en otra ocasión. 

En el libro Satan y Compañía, Pablo Rosen nos señala que el grado de aprendiz fue compuesto en 1646 por Elías Ashmole y fue introducido en masonería cuando se hizo la fusión del Rosacrucismo con la Fraternidad de los Libres Masones. También refiere que en el primer grado de la Masonería en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, hay una explotación viciosa de la curiosidad. Para este autor la iniciación representa dramáticamente el origen del nacimiento del Dios naturaleza, del Gran todo.

Mi percepción es distinta, yo creo que en realidad la experiencia iniciática en Masonería refleja más que un nacimiento, un renacimiento a un nuevo modo de pensar, pues se el conocimiento obtenido se construye con trabajo, no es algo impuesto o heredado, pues para nosotros lo que más distingue al hombre es la capacidad de discurrir, de  creer o no creer, fundado en el conocimiento de causa.

La Masonería es un sistema filosófico que invita a cada uno a razonar por sí mismo, sin criticar de forma alguna cualquier ideología, religión o creencia. Desde mi punto de vista, conforme orden litúrgico del aprendiz, la divinidad del ser humano como hijos de Dios o de cualquier manera que se quiera entender, no es el objeto de estudio de este grado. No obstante, aclaro que hay muchas ideas filosóficas exotéricas y esotéricas, que con el devenir de los tiempos se han adherido a la Filosofía Moral, pero que no son parte de ella. 

Pablo Rosen dice que la Masonería enseña que la idea de un Dios sobrenatural y personal es una impostura del sacerdocio, inventada para civilizar a la humanidad salvaje y que ningún ser no es absolutamente material, porque los principios materia y forma, fuego y agua, mujer son dos eternamente generadores. 

Al respecto en mi experiencia les digo, que la Masonería en el primer grado no se ocupa de explicar la naturaleza de Dios. Aquí solamente se exige creer en él o en un principio, llámesele primer motor, causa primera o de cualquier otra manera. En el grado de aprendiz se precisan muy bien los alcances de nuestra humanidad individual, hasta cierto punto débil, finita, temporal y falible.  

El autor refiere que nuestra experiencia de iniciación revela que Dios es un ser bisexual, hermafrodita y que la creación es la inducción del acto de la generación. 

De nuevo lo digo, en mi vivencia que acumula solamente quince años y más grados y diplomas de los que tal vez merezco, puedo compartirles que la letra de la Masoneria en el primer grado no revela el sexo de Dios; por lo contrario, si a caso, se ocupa de indagar sobre cuáles son los deberes que tiene el hombre respecto al Ser Supremo, respecto al projimo y a sí mismo. 

Los detractores de la Masonería afirman que sus adeptos son herejes y enemigos de la Iglesia Católica y de otras organizaciones. Una respetable corporación que propugna por un comportamiento donde la virtud, el honor y la fraternidad sean visibles dentro y fuera de sus talleres, no es compatible con el odio y la animadversión que algunos imaginan.

El juramento que todo aprendiz profesa al iniciarse en Masonería, no implica una herejía y sería equivocado por ser falso, decir que nosotros como consecuencia de nuestros estudios en ese grado, entramos en oposición voluntaria a la autoridad de Dios depositada en Pedro, los Apóstoles y sus sucesores, ni tampoco abogamos por la separación de los sacramentos de la Iglesia. Que nuestra organización luche por la libertad absoluta de creencias y de cultos, no significa que sea enemiga de ninguna de ellas en lo particular.  

Pienso que hablar del término herejía es muy complejo. Recordemos que esta palabra viene del latin “heresis” que significa “elección”. Cuando un neófito inicia en la Orden de los Francmasones, no se le cuestiona su fe, ni se le impone una; yo diría que con el estudio de la Filosofía Moral (o con cualquier otro estudio que se haga con un deseo puro), hay quienes fortalecen su fe.  

Entiendo que para el derecho canónico, se llama herejía a: la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma. Habrá quien no comparta nuestra opinión y piense que al ser humano no le está permitido elegir aquello en lo que quiere creer. Sin embargo, lo que aquí se enseña es que cada uno debe estudiarse a sí mismo, a la naturaleza que le rodea y a la divinidad, para que sea un hombre libre. 

Se atribuye a Nietzsche la frase de que: “No hay hechos, sino interpretaciones”;  y el Código Moral de la Orden, nos prescribe que no debemos juzgar a los hombres a la ligera y tampoco debemos calificar con prisa sus ideas. En estas líneas no hago una apología de la Filosofía Moral, porque no es necesario defenderla; aquí aprendemos que pensar por uno mismo conlleva un precio y consecuencias; pero como diría Luis Umbert Santos todo aquel que se alimenta de grandes ideales y de bellos pensamientos; su lenguaje a veces, muchas veces, no es comprendido y no pocas veces se llega hasta la calumnia y la dilapidación. Sublime tranquilidad se debe sentir, cuando se tiene la firmeza de sostener algo que no tan fácilmente se comprende cuando se tiene un alma enteramente materializada.”  

Nuestra corporación sabe que su método de estudio es un buen camino, uno útil que no debe imponerse; y como algo bueno, dado el caso los demás por sí mismos recorreran idénticos pasos por su propia voluntad. Sabemos que la verdad es aquello que se encuentra en consonancia con la naturaleza y adhiere las voluntades; por eso quien quiera seguirnos, que toque la puerta del templo, se ciña un mandil y entre con paso firme.       

Fraternalmente:

Luis.

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